Como decíamos, el peso de la carga que nos acompañará a lo largo de tantos días, de tantas horas subiendo y bajando veredas de toda clase, por ejemplo, determinará en gran medida las posibilidades reales de alcanzar uno de los objetivos principales de la travesía: llegar al final. Aunque parezca extraño, la diferencia puede estar simplemente en unos gramos de más, pues hay que tener en cuenta que estos se acumularán día tras día, así que... solo es cuestión de coger una calculadora. Las matemáticas siempre ayudan.
Algo aparentemente tan simple como rellenar una mochila se puede transformar en un verdadero arte. A mi juicio hay dos agentes subversivos en todo este asunto: el miedo y los recursos económicos. Dicho de otra manera: el miedo y la pobreza, pesan. El miedo te hará introducir multitud de cosas que luego no te harán falta, o que simplemente representan la realidad de un mundo que ahora se encontrará bien lejos de ti. Cada cosa tiene su lugar, intentemos beneficiarnos de lo que nos ofrece el entorno, y para ello hay que dejar atrás ya no solo cosas materiales, sino también ciertos hábitos, conductas e interpretaciones. Por otro lado tenemos la economía. Aquí hay otra cosa clara, el buen material, que suele ser inevitablemente sinónimo de ligereza o versatilidad, es caro. Por lo que hay que inexcusablemente invertir, según las posibilidades de cada cual o, también hay que decirlo, según los principios y valores que cada uno tenga, pues no por tener capacidad de consumo hay que cosumir, el dinero tiene un efecto moral a tener en cuenta. Yo, ni soy rico, ni estoy desprovisto de miedos, ni soy un experto, ni lo dejo todo atrás, así que no estoy nada exento de cometer errores, como quedará demostrado.
Ahora, partiremos de la base de que contamos con el conocimiento mínimo indispensable para saber qué tipo de situaciones nos esperan a lo largo de tantos días, esto es, prácticamente todas, pues en un mes es muy probable que pasemos por todas las penurias imaginables: desde vientos impetuosos y portentosas tormentas hasta días que nos conducirán hasta el borde de la deshidratación por fuertes golpes de calor, e incluso, teniendo en cuenta el escenario en que la experiencia se desarrolla, alguna nevada que otra. Sin embargo, esto no implica necesariamente que debamos ir cargados como mulas, más bien entra en juego un poco de imaginación y, evidentemente, algo de experiencia y asesoramiento. Hay que ser prático, y, si acaso, sustituir el miedo por algo de lectura. Es decir, buscar información y empaparse de las experiencias ajenas. No olvidemos que es muy sencillo decir y pensar que "total, meto esto también que no pesa nada", "más vale prevenir...", y demás expresiones que luego no haremos sino recordar una y otra vez cuando agonicemos del tremendo agotamiento.
Algo que ayuda mucho muchísimo es pesar cada uno de los artículos por separado, para luego hacer la sumatoria y observar y meditar mucho antes de partir. Ante la abrumadora cifra inicial terminaremos desahaciéndonos de algunas cosas o sustituyendo otras. Esto resulta muy clarificador y ayudará a comprender de mejor manera lo que un humilde servidor pretende transmitirles, así que aquí les dejo la que fue mi lista, de la cual se deducirán muchas cosas.
Los artículos sombreados corresponden a las prendas de uso constante, por lo que no las añadiremos como peso total de la carga. En las prendas de uso diario lo que he hecho es dividir la sumatoria total de cada tipo de artículo (calcetines, por ejemplo), para así encontrar la cifra a descontar, pues se comprende que no todos pesan lo mismo.
Y este es el somero análisis que hago ahora con la lista delante:
- La prenda solo-chubasquero: innecesario. Respecto al resto de prendas, satisfecho con la elección.
- Las playeras: Creo que volvería a llevarlas, pero tendría que cuidar mucho más a mis pobres pies, pues tuve problemas muy muy serios y lo pasé bastante mal. Pero creo que les daría otra oportunidad, aunque esta experiencia hizo huella y seguro que iría con bastante temor. Pero es que no soporto las botas.
- Cámaras de fotos: no sé si me volvería a llevar la grande. Desde luego no me llevaría las dos, pero es que todo esto tiene su historia propia. Este creo que representa el elemento que yo denomido del "exterior". Pero es que a quién le gusta la fotografía y disfrutar de imágenes de calidad le cuesta dejarla atrás. Obsérvese de qué forma tan sustancial aumenta el peso total. También hay que tener en cuenta que está incluido su cargador. ¡Un disparate!, jeje.
- Bombonas para la cocinilla: Como decidí llevarme una de recambio, tampoco estuve atento a si por el camino podía haber repuesto. Imagino que sí aunque habría que tenerlo muy en cuenta y me resulta mas fácil cargarla y desentenderme. Como ya la cargaba no escatime a la hora de consumirlas.
- La mochila: existen mochilas más ligeras en el mercado. Personalmente lo tengo en cuenta para una próxima, pues es una forma fácil de reducir considerablemente el peso.
- La caseta: Existen medios mas ligeros. Yo, de momento, me doy por satisfecho tal cual fui.
Es evidente que a todo esto hay que sumarle el agua y la comida. En general, el GR-11 pasa, cada cierto número de kilómetros, por alguna población en la que podremos reaprovisionar. Aunque hay que decir que mayormente son pequeños pueblos en los que no siempre se cuenta con muchas elecciones. También hay que tener en cuenta los horarios de paso, los días festivos, etc. En mi caso, como tampoco había hecho los deberes antes de partir, siempre iba cargado para dos días como mínimo, así que no siempre paraba a comprar, y es que también aprendí a no cofiar del todo en la apariencia que presentaban los pueblecitos en los mapas de los que iba provisto.
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