Esta vez el plan era afrontar y disfrutar, en la medida de lo posible, de la ascensión continuada más larga de España y algo más allá. 3718 m. de un solo tirón, algo verdaderamente apetecible para aquellos que disfrutamos del subir, y subir, y subir, y dar rienda suelta a nuestro particular método de expiación, de inútil sacrificio, para hallar, aunque sea, unos minutos de paz.
Para llevar a cabo el mencionado plan me dirijí hacia la Playa del Socorro, en la cual me reencontré con ese artilugio que, tanto sirve para guiar tus siguientes pasos, como para olvidar aquellos otros que hasta allí de condujeron, el gps. Ya no hacía falta cartografía repleta de nuevas curvas y nuevos nombres, no eran necesarias las oportunas pintadas de dos rayas, y 15 kilos a la espalda hubieran sido ridículos en esta ocasión, tan solo había que encender el frontal, poner en marcha el aparatito y caminar, sobre todo, caminar. Y eso hice bajo las adormecidas luces de las farolas, que observaban con incredulidad mi repentina aparición. Todo ocurría a las 05:30 h., aunque por la temperatura hubiera sido difícil de creer. Para tampoco extenderme demasiado diré que la cosa no se presentaba tan sencilla como en un principio pensé, pues parecía que las piernas no estaban tan recuperadas como yo imaginaba. No obstante, una vez calenté con las primeras rampas, las sensaciones mejoraronn. Son las consecuencias de acumular muchas horas pero de escasa intensidad, el que cuesta entrar en calor. Tras una solitaria subida, atravesar el tempranero mar de nubes y vagar por entre las distintas pistas forestales sobrepaso el ecuador de la subida, momento en el cual compruebo que, efectivamente, este no era el mejor momento, no, pues reaparece, transformado más en realidad que en mera amenaza, mi siempre presente y fiel amigo, ese que por suerte llevaba larga temporada en estado de latencia, adormecido, tal vez cansado de tanta perniciosa actividad: mi tendón rotuliano de la pierna derecha. Tras decirdir (si la cosa no empeoraba de manera alarmante) continuar, lo que si tocaba ahora era bajar el ritmo y tomarse el resto de la jornada con mucha calma. Pero las molestias se acentuaban cada vez más. Sin embargo, pienso que ya, total, casi hay la misma distancia hasta la carretera más próxima que hasta el Telesférico, así que me empeño en continuar subiendo, más lento de lo que creo haberlo hecho en la vida. Pronto acaba mi soledad y paro a hablar con un grupo de bilbainos y un cántabro que también habían subido el día anterior desde la playa. Luego parada en el Refugio, donde converso amigablemente con un señor también de Bilbao, y finalmente a por el último tramo. En el Pico pasé un rato agradable, donde hice nuevos amigos con los que luego bajé en el Telesférico (primera vez que lo cogía), paseé por Los Roques de García y que luego muy amablemente me bajaron en su coche hasta la Orotava, sacrificando un poco de su confort por mi simple compañía. Mil graciaas!!
Ahora pues... pensando en cuanto tardará en recuperarse el pobre tendón y en nuevas cuentas pendientes que cumplir o sencillamente que añadir a la maravillosa y motivadora lista.
Ahora pues... pensando en cuanto tardará en recuperarse el pobre tendón y en nuevas cuentas pendientes que cumplir o sencillamente que añadir a la maravillosa y motivadora lista.
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