28-07-10. Urriellu - Pandebano - Bulnes - Poncebos - Ruta del Cares - Cain

 
Hoy tocaba abandonar el macizo central, y también una merecida jornada con apenas desnivel positivo, que ya era hora. Sin embargo había que bajar 1800 m. antes de iniciar la Ruta del Cares, y para ello tenia dos opciones, o bajar por Pandebano, ruta mas larga y desnivel menos acusado, o bajar por La Canal de  Valcosin, por donde ya mis rodillas creo no lo hubiesen soportado, aunque me quedo pena, pues las referencias sobre este tramo eran buenas. Pero definitivamente hoy la cuestión era disfrutar de una jornada de senderismo mas corrientita, así que comienzo el descenso bajo las ultimas sombras que sobre mi el Naranjo aun proyecta. El camino es bastante amplio y llevadero, el ideal para acceder hasta el refugio, tal como pronto comprendo cuando empiezo a tropezarme con las pequeñas tropas que hacia el se dirigen desde temprano. Siempre dirección este me voy acercando hacia la Collada de Pandebano, en la cual destaca el manto verdoso que la cubre. Una vez llego diviso el pueblo de Sotres mas hacia el este, pero yo debo girar hacia la izquierda rumbo a Bulnes. Entre helechos y edificaciones semiderruidas comienzo el nuevo trayecto, cuando delante de mi observo a una pareja que, como iban sacando fotos igual que yo pues nos adelantamos mutuamente en varias ocasiones, hasta que aprovecho una de ellas para que me saquen una foto. A partir de entonces continuamos juntos mientras charlamos. Como luego el camino te deja a cierta distancia de Poncebos, y prefiero no retroceder hasta el pueblo, aprovecho y como algo en Bulnes. Luego continuo por donde había subido unos días antes, pero en sentido contrario. Tras una hora aproximadamente cruzo el Puente de la Jaya, punto final de este itinerario y comienzo del siguiente, la Ruta del Cares, la cual también podríamos definir como la "Autovia del Cares". Desde que comenzase a caminar habrían transcurrido unas cinco horas, y el cansancio acumulado de días anteriores se nota bastante.
A partir de aquí la compañía es constante, y el calor sigue presente, sobre todo en la primera parte de la ruta. Tal es así que en las pequeñas zonas dotadas de sombras en estos primeros kilómetros, la gente se amontona para desahogarse un poco. Los primeros seis kilómetros se me hacen bastante monótonos, pues ya los conocía de la segunda jornada. Quizás estuviese influido por la belleza de todos esos paisajes que había disfrutado en días anteriores, pero he de decir que no me pareció tan sorprendente como pensé que podría resultarme. O quizás fuese el cansancio el causante de esta impresión. El caso es que durante todo el tiempo parecía estar a la espera de encontrar algo que me sorprendiese, y no fue hasta el ultimo tramo cuando esto ligeramente sucedió. Cuando faltaba poco para concluir baje un rato al río a refrescarme, mientras contemplaba la gran cantidad de gente que tan solo a unos metros de donde estaba transitaba. Poco mas tarde de las cinco llegaba a Cain, donde mismo había estado tan solo el día anterior, sin embargo parecía haber pasado mas tiempo. Allí busque un minimercado donde aprovisionarme para el día siguiente, y donde también aproveche para abusar de la simpatía de su dueña y recargar baterías.


    


Allí pase la tarde, disfrutando del simple murmullo del agua correteando sobre los guijarros. Monte mi pequeña villa y cuando el sol se oculto tras los setos montañosos que nos cercaban, aproveche para volver al inicio de la ruta en busca de nuevos colores. Y asi se me hicieron las nueve, momento en que retorne al mercado para recoger el cargador. La misma señora me recomendó un restaurante en el que servían  una buenas parrilladas, así que hacia allí me dirigí con la finalidad de deleitarme con una buena cena. Allí no había sino un grupo de espeleólogos y un servidor. Cuando llego el plato de comida se me debieron de abrir los ojos como platos (ñooosss!! todo eso es para mi?). A fin de que me durase tal placer el máximo de tiempo posible comí todo lo despacio que pude. Debo hacer mención a la hospitalidad del servicio del restaurante, y también el señor encargado de dejar en su punto las diversas piezas de carne. Este había estado viviendo en Canarias hacia unas tres décadas, y estuvimos hablando un rato. Luego me tome una cervecita para facilitarme un poco el sueño y con el corazón contento me fui una vez mas a mi saco para despedirme de un nuevo día.

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