De Cong a Lough Beltra. (Día 14)

Lo que tiene el no tener ningún tipo de referencia respecto a los lugares por los que transitas, el no haber hecho lo supuestos deberes, lo cual implica, tampoco tener una idea clara de los lugares que poder visitar en el país, es que vas improvisando sobre la marcha en función de los ánimos, las fuerzas y lo que te parece intuir sobre un mapa meramente de carreteras. De esta forma, el día anterior, por capricho o pura intuición, había ido a parar a las proximidades de Cong, y esta mañana, al despertar, no tenía todavía muy claro el motivo real por el cual me encontraba allí, siendo lo más curioso de todo el que: ¡total, para dar media vuelta!, eso sí, por una carretera distinta. Luego, afortunadamente comprendí que la elección había sido acertada, entre otras cosas porque al llegar, a una hora todavía temprana a esta población, la primera de las cosas que me tropecé fue una tienda de bicicletas en las que intuí fuera posible arreglar el radio que llevaba roto desde hacía dos días, motivo por el que la rueda delantera ya se encontraba considerablemente torcida.


Pero antes que nada, no se me ocurre otra cosa que adentrarme en una agradable floresta y seguir uno de los pequeños itinerarios que allí se presentaban, como si ya no hiciese suficientes kilómetros al día. Después de tomar consciencia de lo absurdo de mi conducta, vuelvo a la tienda de bicicletas, donde afortunadamente me arreglan el radio. Aprovecho y me meto en el cuarto taller con el mecánico, un chico agradable con el que converso amistosamente mientras me repara la rueda. Una vez todo en orden, salgo del pueblo y retorno sobre mi improvisado itinerario. El día sigue lluvioso, por lo que apenas puedo disfrutar de la mayoría de las panorámicas. Sin duda, la región de Connemara ha sido de los lugares más hermosos que pude visitar, con sus valles de color pardo, espolvoreados aisladamente por verdes árboles y en los que descansan majestuosos lagos de aguas azul grisáceas. Los siguientes kilómetros fueron de sobrada dureza, fundamentalmente por el fuerte viento en contra que tuve que soportar, primero, al subir un pequeño collado, y luego, para bajarlo. Extraña situación la de bajar y tener que pedalear tal como si estuvieses subiendo, pues si por casualidad dejaba de pedalear unos pocos segundos, quedaba completamente parado. Bajo estas circunstancias continué avanzando, hasta que un giro de noventa grados en mi dirección, permite que circule un tanto más desahogadamente. Como tenía que reponer provisiones, andaba expectante respecto a las características de la siguiente población por la que debía pasar: Leenane. Cuando llego, aún bajo una lluvia incesante, entro en el único y diminuto establecimiento en que poder encontrar algo de comida. Pero la verdad, no me convenció en absoluto, por lo que decido esperar hasta el siguiente pueblo, o lo que yo suponía debía ser un pueblo. Al salir de la anterior población, como hay obras en la estrecha carretera, tengo que esperar un buen rato mientras el semáforo provisional está en rojo. Y un vez más me preguntaba: "¿Porqué cada vez que llego a un semáforo de estos está en rojo? ¿no se supone que tengo un cincuenta por ciento de posibilidades?" Pasado este lapso, tengo que cruzar, un poco más adelante, hasta la carretera que en esos momentos se encontraba justo en frente, en la que cuando llego, vuelvo a tropezarme con el viento simpático y juguetón. Lo curioso es que a veces tampoco lo sientes con claridad, por lo que te comienzas a plantear si las ruedas estarán desinfladas, tus piernas para depositar en el primer contenedor de basura que encuentres, o si, realmente, el problema es que tus alforjas están ejerciendo de vela, de tal forma que la bici está deseosa de dar media vuelta y dejarse en manos de la sigilosa corriente de aire. Y sigo avanzando, hasta que llego a Delphi, donde no hay rastro alguno de un lugar donde comprar algo, por lo que me como las pocas lonchas de embutido que me quedan y una pera (¡bonito alimento!). Pero tan solo un poco más adelante llega la sorpresa del día: un lugar precioso, justo cuando el tiempo me lanza una tregua y el viento se pone extrañamente de mi parte, de tal forma que subo un puertecillo como si me estuviesen dando un permanente empujón. Disfruto de estos momentos como un niño pequeño. Pero claro, debo seguir avanzando. Me tropiezo con un gran grupo de senderistas. Ellos me miran, yo les miro, en medio de la nada, nos saludamos y cada uno continua su singular camino. Luego sigo alucinando por la magnífica estampa en la que me veo inmerso. Bellos momentos. Y así, poco a poco, me voy aproximando, ya avanzado el día, hasta lo que si que era un pueblo en condiciones, con un supermercado en que aprovisionarme, hecho lo cual me dirijo a un banco situado en una de las solitarias esquinas de una calle para llenar mi pobrecito estómago.

Luego, tocaba ir haciendo más kilómetros, ahora bordeando la costa, por carretera llevadera y pasando junto a una emblemática montaña de la zona (no consigo recuperar el nombre), cuya ascensión partía de la misma carretera por la que yo pasaba (Si, me quedé con las ganas de subir). Continué hacia adelante, momento en que me tropecé algún que otro ciclista, hasta que paso junto a una chica que observo un tanto apurada. Le pregunto si necesita ayuda, más sintiendo que este ofrecimiento podría convertirse en una mera formalidad que el que ella fuera a aceptarla. Sin embargo, acepta mi ayuda y pronto me veo cambiándole la rueda de su bici de asfalto. Hecho esto, continúo mi rumbo dirección Westport, donde no me entretengo. Ahora la intención era desviarme de la carretera por la que iba, antes de alcanzar Castlebar, y eso hago justo cuando comienza la luz a menguar y mis rodillas a dolor de manera alarmante y repentina, de modo que pronto me siento prácticamente incapaz de dar una sola pedalada. No quisiera que se piense que exagero. No podía apenas pedalear, así que se puede imaginar con cierta facilidad la impotencia que surge de esta situación, pues me encontraba circulando por una carretera flanqueada de bonitas viviendas, ni rastro de un lugar donde parar a pasar la noche, y esta, a su vez, estaba a punto de llegar. Aun no sé muy bien cómo lo hice una vez más, pero con un intenso dolor, con unas punzadas tremendas en cada una de mis rodillas, seguí avanzando como pude, hasta que finalmente la noche llegó. Ni veía ni podía ser visto. Son momentos de cierta exasperación. Todo sería muy distinto si no llevara todas las horas que llevaba sobre la bici, ni todos los días que llevaba y esperaba todavía tocasen por venir (aunque mis rodillas no me permitían ser del todo optimista) Pero el agotamiento vuelve algo crítica esta situación un tanto ridícula, en la que yo solito me metí. Y así transcurrió un hermoso tiempo que debiera estar reservado para el reposo, hasta que..., "podía haber encontrado un pequeño desvío que me conducía junto a la misma carretera, pero detrás de unos arbustos; el suelo, para mi sorpresa, de hormigón. Podía, bajo la desesperación, influido por una atroz necesidad de reposo, por el intenso dolor de rodillas, montar la tienda allí mismo, sin poder clavar las piquetas, con un viento endemoniado que amenazada con partir la pequeña estructura que me facilitaba el descanso. Podía haber tenido que introducir piedras en su interior para estabilizar un poco y luego haber pasado una de las peores noches de todo el viaje, teniendo incluso que salir, de madrugada, para recolocar la capa externa de la tienda, que se había echado medio a volar". Esto podía haber sucedido, pero creo que no fue lo que sucedió. ;)

No hay comentarios:

Publicar un comentario