Déspués de una incómoda noche por los incesantes ladridos de un perro de sueño ligero e irritabilidad formidable, afrontaba esta tercera jornada ya desde muy temprano. Si bien pudiera parecer que por tratarse de los primeros días, en los que supuestamente estás más descansado, son jornadas más sencillas, bajo mi punto de vista, no es así del todo. Estos días iniciales, sobre todo si no estás acostumbrado a caminar tantos días seguidos, necesitas de un período de adaptación, pues como norma general, dentro de nuestras rutinas, siempre contamos con períodos de descanso de los que aquí no vamos a disponer. Es por esta razón por lo que, repito, bajo mi propia experiencia, no pienso que sean días menos difíciles que otros de mayor dureza física. Cada persona es un mundo, y no a todos les afectarán las mismas situaciones de la misma manera, pero cuando tienes tan presente la cantidad de kilómetros que aún te quedan por afrontar, cómo se va acumulando el cansancio en las piernas, la cantidad de puertos que te quedan por subir y que cada segmento te sorprende de una manera distinta, ya sea por el tiempo que no ayuda, ya por las características del terreno, no tienes la sensación de haber paseado en ningún momento, y de cada día recordarás, a parte de todo aquello que te maravilló y te hizo estar allí, también el sufrimiento particular de cada jornada.
Hay a quienes no les entusiasman especialmente, pero para mí las gráficas son un elemento del que me gusta disponer, pues me resultan una buena herramienta para prepararme mentalmente sobre lo que me espera en cada momento, si bien es verdad que son luego las características del camino las que van a determinar la dureza real. Pero de esta manera me resulta más sencillo dosificar y distribuir el esfuerzo a lo largo del día.
Este día en concreto se me hizo más largo de lo esperado. Las distancias señaladas no me parecen corresponder con la realidad, pues nunca pensé tardar tanto en hacer el kilometraje que los mapas indicaban. Las subidas se me hacen pesadas y, en general, el tiempo parece pasar muy deprisa para lo que avanzo. Pero a todo esto compensa el que ya hoy me adentraba por zonas bastante bonitas, y esto siempre refresca cuando uno tiene el alma atormentada. Hacía noche justo antes de la bajada a la Jonquera. Paraba más bien temprano para como suelo ser yo, pero prefería hacerlo allí a tener que afrontar un núcleo urbano, con la pérdida de tiempo que ello siempre supone, para luego no saber si iba a encontrar un espacio en que dejarme dormir con un mínimo de decoro.
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