Mil y un pensamientos que se quedan atrás, imágenes irrecuperables, pasos olvidados al instante, son cosas que irremediablemente te persiguen cuando tu más ferviente deseo es el de inmortalizarlo todo, absolutamente todo, aquello de lo que en el momento tomas plena consciencia, y aquello otro de lo que ni siquiera te das cuenta porque una piedra desvía por momentos tu atención, porque la carrera de una escurridiza marmota te hace sonreir por centésima vez, porque el viento, el frío, la niebla o la lluvia te quitan las ganas incluso de mirar a tu alrededor. Pero seamos justos, eso no puede ser, muchas cosas se olvidarán, la gran mayoría solo quedará formando parte de una sensación final, de un único recuerdo, pero eso son los efectos naturales de aquello que transcurre de forma totalmente lineal, cuando un día y otro solo tienen una cosa en común, el sonido de tus pasos y tus bastones abriéndose paso entre el murmullo del viento, el susurro de los árboles y el cantar de las aves que observan tu lento pero intenso caminar. Pero no lo cambiaría por nada, pues que fácil resulta recordar cuando todos los días son exactamente iguales, no me importa. Solo siento una cosa, no poder recuperar todas esas palabras que por los caminos dejo y que me encantaría compartir. Cuanto se aprende del silencio.
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