Memorias de la casa muerta (F.M. DOSTOIEVSKI)

   En 1849 Fiodor Dostoievski fue sometido a una condena de ocho años de trabajos forzados en Siberia acusado de "crimenes contra la seguridad del Estado". En 1862 aparecería en forma de libro Memorias de la casa muerta, el recuento de sus experiencias en presidio. De su sentimiento de desubicacion, de la convivencia forzosa, del progresivo conocimiento de su condición y de cuanto le une o le distancia de los demás, surge este estudio "emocionado y conmovido" sobre la mentalidad carcelaria y la psicología criminal.

   Y aquí les dejo un pequeño fragmento que a mi especialmente me ha gustado:

   "...Recuerdo que en todo ese tiempo, a pesar de los centenares de camaradas, permanecí en un aislamiento terrible, y acabe por amar ese aislamiento. En mi soledad espiritual, me dedicaba a revisar toda mi vida anterior, examinando hasta el ultimo detalle, y reflexionaba profundamente acerca de mi pasado; a solas, me juzgaba a mi mismo implacablemente, con toda severidad, y en ocasiones llegaba a bendecir el destino por haberme enviado esa soledad, sin la cual no habría sido posible ni ese juicio sobre mi mismo ni esa revisión tan estricta de mi vida anterior. ¡Y QUE ESPERANZAS ANIMABAN ENTONCES LOS LATIDOS DE MI CORAZÓN! Entonces creía, decidía, me prometía a mi mismo que en el resto de mi vida ya no se repetirían los errores, las caídas, que antes había habido. Me trazaba un programa para toda mi vida futura, resuelto a seguirlo firmemente. En mi renacía una fe ciega: yo cumpliría todo aquello, yo podía cumplirlo... Esperaba, llamaba a la libertad, para que se apresurase; quería someterme a NUEVAS PRUEBAS, EN UN NUEVO COMBATE. Por momentos, una impaciencia febril me dominaba... Pero ahora me resulta doloroso evocar mi estado de animo de aquel entonces..."


   Y ahora, amigos, yo me pregunto: si esta es la manifestación de los sentimientos de un señor en pleno estado de reclutamiento, rodeado, teóricamente, por la peor de las representaciones del genero humano, en un estado verdaderamente sobrecogedor. ¡Cómo!, me pregunto, ¿cómo es posible que seres en un situación tan favorablemente distinta puedan sentirse minimamente identificados con estas palabras tan lejanas? ¿Sera que para sentirse preso no es necesario estar constantemente custodiado por escoltas o soldados, permanecer sitiados por extensas llanuras o ridiculizados por el innecesario atavío de grilletes? ¿Sera posible sentirse condenado a una reclusión bien distinta de aquella otra, en donde la autoridad no solo se engalana con la uniformidad bien conocida por todos, sino que trajes y corbatas se hayan convertido en sus grandes sustitutos, el indiscriminado uso de tecnologías y falsos entretenimientos en los mas sólidos barrotes, y las "modas" en las argollas que, sin darnos cuenta,  nosotros mismos aprisionamos a los tobillos para que nuestra condición quede bien reflejada? Un nuevo misterio a sumar a mi interminable lista.
   Y por otro lado, parece ser que  la única diferencia existente entre libres y esclavos es la suerte. Pues creo que todos hemos conocido a personar iguales o peores de las que en estos relatos se describen, pero cuya suerte, para sus propias fortunas, ha sido bien distinta de aquellos otros pobres desgraciados (y no hablo de todos los casos por igual), bien porque hayan sido capturados, bien porque nunca contaron con demasiadas alternativas. Que luego son despreciados, repudiados y abandonados como si nosotros mismo fuésemos infinitamente mejores porque nuestra mayor necesidad ha sido la de saber elegir correctamente el colorido de nuestro calzado.


P.D.: Y ruego la R.A.E. me siga disculpando porque mi teclado se siga comiendo no se ni cuantas tildes. ;)

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